Nicodemo y José de Arimatea

Por: Andrés Carrera

El cristianismo no es una religión que se basa en una creencia, ni en una doctrina, ni siquiera en una persona. Se basa en un hecho histórico: la resurrección.

Por eso en este mismo blog, usted puede encontrar dos estudios acerca de la resurrección de Jesús, donde demuestro que este es el hecho más probado de la historia, y es debido a esa certeza que tenemos, que podemos confiar en la persona de Cristo y en su doctrina.

En esta historia hay dos personajes que terminan siendo claves para algunas de las pruebas y que a menudo pasan desapercibidos: Nicodemo y José de Arimatea

Nos encontramos con ellos por primera vez en Juan cap. 3 donde se nos dice:

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Éste fue de noche a visitar a Jesús. —Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no est (1 al 3).

Los fariseos eran personas religiosas en extremo que creían que su disciplina los hacia aceptos a Dios. Note que algunos de ellos están convencidos de que Jesús tiene algo especial, por eso usa “sabemos”.

Lo que sigue es una conversación que sorprende a Nicodemo, ya que le transforma todas sus creencias de cómo es que se llega a tener una relación con Dios (4 al 13). Aparentemente no logra descifrar lo que Jesús decía pero después pudo ver que la última predicción de Cristo resultó exacta: “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (14 y 15).

Imagínese como explicó Nicodemo a sus compañeros fariseos admiradores secretos de Jesús, su conversación: Si Él es el enviado de Dios estamos mal con nuestra religiosidad, según Él ninguna de nuestras disciplinas y ritos religiosos sirven para nada.

Y así, este grupo siguió viendo y escuchando de las cosas que hacía Jesús y admirándolo en secreto. De pronto, sus compañeros del Sanedrín (cuerpo legislativo judío) encuentran la manera de juzgar y luego condenar a Cristo, sin que ninguno de ellos levantara la voz para defenderlo.

En menos de 24 horas desde su arresto, Jesús está clavado en la cruz y este grupo se da cuenta que la predicción de ser levantado como la serpiente en el desierto (Nm. 21:4 al 9) se cumplió exactamente.

Llenos de culpa por no haber defendido a un hombre justo o por compasión, otro miembro del grupo llamado José de Arimatea, decide ir a pedirle el cuerpo a Pilato (Jn. 19:38), y llevarlo a inhumar en una tumba de su propiedad.

Una vez concedida su petición, José y Nicodemo deciden comprar ungüentos fúnebres para embalsamar el cuerpo sin vida de Jesús, y lo hacen a toda prisa, puesto que el gran Sabath llegaba y no se podía estar impuro, por tocar un muerto.

Sin darse cuenta estos dos admiradores de Jesús nos dejaron algunas de las pruebas más importantes de la resurrección:

1.- Poncio Pilato demandó estar seguro de que estaba muerto (Mrc. 15:44 y 45).- El pedido del cuerpo sin vida de Jesús, logra el testimonio de un centurión romano, que efectivamente estaba muerto, y si había alguien que supiera la diferencia entre un hombre vivo y uno muerto, ese era un soldado romano.

2.- Una tumba perfectamente identificada (Mt. 27:59 y 60).- Solamente un hombre rico tendría una tumba elaborada para usarse cuando sea necesario, y este detalle nos deja ver que las mujeres no pudieron haberse equivocado de tumba, y que todo el mundo sabía dónde estaba ubicada la misma.

Por otro lado, el hecho de que le pusieron una piedra, que el esfuerzo combinado de tres mujeres no podría mover (Mrc. 16:1 al 4), nos muestra que Jesús no pudo haber salido solo, y esta tumba específica dio la posibilidad, de que los romanos pongan una guardia para que nadie se pueda robar el cuerpo.

3.- La preparación del fallecido (Jn. 19:39 y 40).- La combinación de ungüentos que se le ponía a un muerto, no pudo ser completada por la premura del tiempo, pero estos admiradores de Jesús hicieron tan buen trabajo que una de las pruebas para Juan en su relato fueron “los lienzos puestos allí” (Jn. 20:3 al 8), porque era tal el orden como habían quedado que era como que una mariposa había salido de su capullo.

No había la menor señal de lucha o de forcejeo para salir de esa “momificación”, solo estaban ahí, ordenados, como prueba silente de que se había obrado el milagro más grande que la historia haya registrado.

En una fecha como el domingo que viene, recordamos el hecho más probado de la historia, y declaramos que tenemos la certeza de que Cristo es quien dijo ser.

Jesús es el único ser humano que declaró ser divino, que nos dejó una prueba irrefutable de que lo que dijo era verdad:

UNA TUMBA VACÍA


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