Por Andrés Carrera
Todos hemos tenido la experiencia de debatir con nosotros mismos al momento de tomar una decisión.
Probablemente no hay momentos más duros, que aquellos donde no tenemos la claridad para saber si irnos por uno u otro camino. Podemos pasar días enteros en que no podemos pensar en otra cosa, angustiándonos sobre lo que debemos decidir, que incluso puede afectar a nuestros seres queridos.
Cosas como cambiarnos de trabajo o de ciudad, si perdonar una infidelidad, si dejar una relación que causa dolor o seguir peleando por ella, son cosas que nos afectan mental, emocional y espiritualmente, y siempre nos preguntaremos si elegí bien.
Hoy quiero ayudarte, dejándote la pregunta que debes hacerte cada vez que vas a tomar una decisión, que creo yo debe incluir en tu vida siempre, ya que se dice que tomamos más decisiones que Coca Cola.
La pregunta que debe hacerse es ésta: ¿Cuál es la decisión sabia que debo tomar hoy?
Note que no le digo cuál es la decisión legal, ni moral, le estoy diciendo sabia, y déjeme ayudarlo a responder esa pregunta con estos parámetros que debe poner.
En base a mis experiencias pasadas, mi situación actual, y mis sueños o planes futuros ¿cuál es la decisión sabia que debo tomar hoy?
Entonces si el pasado le enseña que esa es una mala decisión, no la tome. Si su situación actual necesita un cambio, entonces cambie lo que sea necesario para no quedarse allí. Eso no es sabio, es ser insensato. Finalmente si sus sueños y planes se van a ver retrasados, afectados o destruidos, es porque esa decisión no debe tomarse.
No en vano, el hombre más sabio que ha existido en este mundo, escribió en Proverbios 1:20-33 dejándonos ver las cuatro clases de personas que hay, y como toman decisiones:
- El simple.- El mejor ejemplo de este tipo de personas es una canción de Taylor Swift que dice: “Tengo 15 años, y si me dices que me quieres te lo creo”. Claro cuando tengo 15 años está bien que crea cualquier cosa, pero ya no cuando tengo 30 ó 40. El simple no se pone a ver más allá, vive con una simpleza que asusta, creyendo que nada de lo que hace tendrá consecuencias.
- El burlador.- Este tipo de personas solo se pasan criticando a otros pensado, que de alguna manera, eso hará que deje de ver sus problemas. Prefiere ver lo que está mal en otros, pensando que eso permitirá que su vida sea más llevadera.
- El necio.- Este es el que sabe que lo que hace, le hace daño, pero sigue haciéndolo de todos modos. Sé que el cigarrillo me hace daño pero sigo fumando, y si es joven usará una palabra en inglés “Whatever”. Considera que de alguna manera las consecuencias no importan. Al contrario del simple, éste si sabe que va a sufrir, pero simplemente le importa poco.
- El sabio.- Finalmente está el sabio, que es aquel que se hace la pregunta presentada, aquel que siempre está pensando en lo que más le conviene, aunque no sea lo más divertido, o lo que otra gente hace.
Es interesante como continúa el proverbio y como al final la sabiduría le habla a las tres categorías primeras y les dice que si no cambian, ella se burlará de ellos cuando caigan en las penurias que su forma de vida producirá inevitablemente.
Entonces la reflexión tiene que ser preguntarnos ¿en qué categoría estoy? Y si me encuentro en una de las tres primeras, que debo hacer para transformar mi estilo de toma de decisiones para dejar de causar dolor con ellas tanto a mí como a los que más quiero.
Quiero desafiarlo a hacerse esta pregunta cada vez que va a tomar una decisión, entendiendo que le dice su pasado, su presente y sus sueños futuros, y si aun así tiene dudas, entonces le recomiendo la solución que se encuentra en el libro de Santiago “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie”. (1:5)