Por: Andrés Carrera
Después de haber examinado el dolor, quiero analizar con usted hoy, cuál debe ser la respuesta nuestra ante esta realidad. Y es que la repuesta de la comunidad cristiana ante esta situación, es lo que mas habla a nuestros semejantes que el amor de Cristo es verdad.
Para muestra mire lo que dice el estudio de Rodney Stark, un sociólogo de la religión, quien escribió en su libro “El auge del cristianismo”, la razón por la cual los cristianos primitivos pasaron de ser unos pocos cientos, a casi la mitad de la población en el imperio romano en tres siglos. Estas son sus conclusiones: “En medio de un ambiente hostil, los cristianos simplemente actuaron de acuerdo a sus creencias. Al contrario de la mayoría, trataron a los esclavos como seres humanos, a menudo liberándolos, y elevaron a las mujeres a los puestos de liderazgo. Cuando una epidemia azotó sus ciudades, se quedaron para atender a los enfermos. Se negaron a participar en prácticas comunes como el aborto y el infanticidio. Respondieron a la persecución como mártires, no como terroristas, Y cuando las redes romanas se desintegraron, la Iglesia avanzó. Incluso los críticos paganos reconocían que los cristianos amaban a sus prójimos como a sus propias familias”.
La Iglesia tiene una historia de solidaridad, que es fácil de observar cuando mira los nombres de los hospitales a través del mundo (nombrados en memoria de algún hombre de fe cristiana), incluso en lugares donde la cristiandad es minoría.
Esa es nuestra responsabilidad ante el dolor, convertirnos en el brazo consolador de la gente que sufre. Como lo expresa Philip Yancey:” La verdadera curación, de un profundo tejido conectivo, se lleva a cabo en la comunidad. ¿Dónde está Dios cuando sufrimos? Donde la gente de Dios está. Donde hay miseria, allí está el Mesías, y hoy el Mesías toma forma en la Iglesia. Eso es lo que el Cuerpo de Cristo significa”.
Ni siquiera Dios estuvo exento del dolor. Él se unió a nosotros y compartió nuestra condición humana completamente, incluyendo la angustia. No recordamos el Viernes Santo, como el Viernes Negro, Trágico, o Desastroso, no! es Santo. Aquel horrible día hizo posible la salvación del mundo y también la Pascua, la brillante promesa de que el Señor hace nuevas todas las cosas. Hay un precioso valor en el sufrimiento de Cristo. No sé a usted, pero a mí me impresiona más el dolor redimido que aquel que pudiera ser eliminado.
Los judíos, basados en el AT., tenían un dicho: “Donde está el Mesías, no hay miseria”. Después de Jesús podríamos cambiar ese dicho a: “Donde hay miseria, está el Mesías”, y esa debe ser la forma como la Iglesia ve su misión en esta tierra.
Para nosotros la palabra básica es compasión (una palabra que viene del latín que significa “sufrir con”) y entender que el Señor está con los que sufren y por tanto ese es nuestro sitio. La Iglesia debería parecerse más a un hospital, que a un hotel.
Martin Luther King Jr. nos recordó que la política tiene sus límites. Nos dijo “Las leyes pueden prevenir que la gente blanca linche a gente negra, pero no hay ninguna ley que pueda exigir que personas de diferentes razas se perdonen y se amen mutuamente. La política puede legislar la justicia pero no la compasión”.
Para nosotros toda persona tiene un valor excepcional ya que Cristo murió por él, y cualquiera sea la circunstancia debemos sentir compasión y hacer lo que podamos por ellos ya que eso es lo que el Maestro haría. Debemos sentir el dolor de otro como el nuestro.
No hay otro ejemplo mejor para esto que la enfermedad de la lepra. La persona con lepra no puede sentir dolor. El enfermo no trata a sus dedos como algo digno de cuidar, como parte de sí mismo, porque sus dedos no sienten dolor alguno.
Nosotros debemos negarnos a acostumbrarnos al dolor, la maldad y el sufrimiento como algo normal, y que no nos causa reacción alguna por mucho que la sociedad poco a poco se adormezca y nada le sorprenda.
El hombre puede llegar a las maldades más increíbles y es nuestra responsabilidad mostrar que ninguna maldad es irredimible, porque hay algo peor que la dificultad de ser sanado y es no sanar.
A un Rabí judío le preguntaron: ¿Cómo puede usted creer en Dios después de Auschwitz?. El rabí permaneció un rato en silencio y luego contestó con una voz apenas audible: ¿Cómo puede usted no creer en Dios después de Auschwitz? Las maldades humanas, incluyendo los campos de concentración, muestran lo que la humanidad puede producir. “Aparte de Dios, ¿qué había allí, en un mundo oscurecido por Auschwitz?
Las preguntas filosóficas para los que seguimos a Cristo es la siguiente: Cuando se está en el fondo, ¿puede la gracia de Dios llegar? ¿Puede la fe hacer una diferencia?, y si la respuesta es sí, entonces nosotros debemos hacer todo lo posible para que la gracia llegue a las personas olvidadas, a aquellos que la sociedad ha descartado, porque nuestro Señor no lo ha hecho y ellos tienen que saberlo. Es su única esperanza.
Para terminar esta serie sobre el dolor que he estado escribiendo en estas semanas permítame dejarlo con estas palabras de un líder cristiano con cáncer: “No tengo problemas en creer que Dios es bueno, mi pregunta es ¿qué es bueno para Dios?”