Por: Andrés Carrera
Ya hemos analizado tres cosas que el movimiento de Jesús reemplazó por completo de lo que se conocía hasta ese tiempo: somos un cuerpo, no un reino, la autoridad se usa a beneficio de los seguidores, y el matrimonio dejó de ser sobre dominio y pasó a ser sobre socios iguales.
Hoy veremos el cambio que produce en cuanto a lo que se llama espiritualidad, que Cristo transformó así: La espiritualidad no es sobre cuanto conoces, sino sobre cuanto amas.
Cuando Jesús anduvo en este planeta, criticó duramente a los fariseos y a los maestros de la ley, quienes eran considerados los líderes religiosos y líderes de la sociedad debido a cuanto sabían de la Escritura y a que se comportaban supuestamente como la ley decía. Eran intachables en cuanto a conocimiento y ejecución de la ley y orgullosos de serlo, tanto que minimizaban al resto.
De manera que, en el movimiento de Jesús, el saber las Escrituras no es lo más importante. Tampoco el mejor líder es el que mas Biblia sabe, y que puede recitar los versículos con precisión. Ese es un hombre instruido y bien por él. Ni aquel que tiene gran carisma o es un extraordinario comunicador, tanto que la gente lo puede estar escuchando por horas.
No me entienda mal, es muy importante estudiar las Escrituras. Solo conociéndola puede influir la vida de otros, resistir las tentaciones y vivir una vida cristiana victoriosa, pero conocer sin mostrar cambios de vida, no lo hace un seguidor de Jesús.
Tanto es así, que cuando el apóstol Pablo, resume la nueva espiritualidad dentro del movimiento de Jesús nos dice dos cosas muy claras:
1.- Las antiguas razones para sentirse una persona espiritual ya no sirven (Fil.3:3 al 6) y todo lo que el creía que era de mérito, entendió que era basura delante de Dios (7 y 8). Comprendió que en el movimiento de Jesús nada de eso valía y que debía salir de su mentalidad religiosa para alcanzar lo que Dios quería de él.
2.- La nueva espiritualidad se basa en las cosas que hacemos horizontalmente con nuestro prójimo y a esto le llamó el fruto del Espíritu Santo que describió así: “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley”. (Gal.5:22 y 23)
Como usted ve todos los componentes del fruto tienen que ver con nuestro prójimo, ninguno de ellos son cosas que damos para Dios. Como buen árbol, cada fruto que damos sirve para que alguien mas se beneficie, no yo. Sirve para que mi entorno sienta a Cristo a través de mi y no tiene nada que ver con conocimiento, tiene todo que ver con la aplicación.
Veamos esta descripción de la nueva espiritualidad palabra por palabra:
AMOR.- La palabra ÁGAPE quiere decir una benevolencia sin límites. Quiere decir que no importa lo que una persona nos pueda hacer por medio de insultos, ofensas o humillaciones, nosotros nunca procuraremos sino lo mejor para ella. Por tanto es un asunto de la mente así como del corazón. Implica la voluntad y también las emociones. Describe el esfuerzo deliberado, que solamente podemos hacer con la ayuda de Dios, de no buscar nada más que lo mejor, incluso para los que procuran hacernos todo el daño que pueden.
GOZO.- La palabra griega, describe una emoción espiritual, no es alegría por alguna circunstancia externa, es el gozo de saberse en una relación con Dios a pesar de los problemas que la vida me puede dar.
PAZ.- No solamente describe la ausencia de problemas y de guerra, sino todo lo que contribuye al mayor bienestar humano. Es la tranquilidad del corazón que se deriva de la fe en que todo está en las manos de Dios.
PACIENCIA.- La mejor forma de entender esta palabra, es decir que es la palabra que se usa para describir la relación de Dios con nosotros, soportando nuestras maldades y errores.
BENIGNIDAD Y BONDAD.– Estas están íntimamente relacionadas. Se diferencian en que la primera incluye la idea de reprender y discipular, mientras la segunda solo maneja el concepto de ayudar.
FIDELIDAD.- La característica de la persona digna de confianza.
MANSEDUMBRE.- Es el tener la adecuada reacción ante algo. Se indigna solo cuando es necesario.
DOMINIO PROPIO.- Es la virtud de la persona que la hace tan dueña de sí que la capacita para servir a los demás.
Como usted ve, ninguna de estas virtudes espirituales tiene que ver con Dios como receptor de las mismas, sino que Él es el que las inicia en nosotros. Por tanto, nuestra espiritualidad se muestra en lo que hacemos por los demás.
Obviamente, lo que hacemos por otros tiene su base en el amor de Dios y se muestra amando a los demás, con actitudes prácticas que el amor tiene, que no se quedan en “actitudes amorosas”, como un abrazo, un beso, un cariño, sino que incluye toda la extensión de nuestra vida.
Porque amo soy amable, uso el dominio propio, soy fiel, trato a las personas como Dios lo hace conmigo, ayudo sin importar a quien ni cuanto lo hago, y eso sale de mi relación con Dios y mi conocimiento de Él, pero esta relación solo se nota si el fruto se deja ver.
La espiritualidad de la que Cristo habló no se detiene en el conocimiento, o en la devoción, de hecho, solo se detiene ante aquel que necesita una mano amiga, una ayuda desinteresada, un amor que muestre a Jesús.
Eso es lo que Él nos enseñó.