Por: Andrés Carrera
El último concepto que vamos a ver que el movimiento de Jesús cambió es: La santidad ya no es estar separado, ahora es estar involucrado.
Los cristianos hemos aprendido desde que empezamos en nuestra fe que santidad es “separado para”, cosa que es verdad, pero que debe tener una explicación que no siempre sabemos.
El Antiguo Testamento deja ver con claridad, que las cosas que se escogían para el servicio al Señor, tenían que ser santificadas y ritualmente limpias. De hecho, al pueblo de Dios, se le pide que se separe de los circundantes para que no se contagie del paganismo de estos.
Se les dice que por ser pueblo santo y escogido por Dios, ellos no debían coger las costumbres, ni casarse con gente de esos pueblos. Su separación de ellos debería ser total, porque ellos también podían perder su “limpieza” ceremonial.
De estas enseñanzas muchos cristianos han concluido que debemos hacer lo mismo, y vamos desde jugar fútbol solo entre creyentes para no oír palabrotas, hasta tener ideas de hacer ciudadelas cerradas solo para miembros de determinada iglesia.
En el movimiento de Cristo esto no es así, de hecho, lo contrario es verdad. Ahora la santidad es involucrarme con el mundo, ahora es el compartir con los “no limpios” y que puedan ver el amor de Cristo en mí. No es salirme del mundo, es involucrarme para hacer la diferencia.
En el Antiguo Testamento, el asunto era “no te dejes contagiar”, en el movimiento de Cristo es contagia a cuanto puedas.
No me entienda mal, no estoy diciendo, que el cristiano puede o debe tomar costumbres paganas, lo que estoy diciendo es que nuestra nueva forma de vivir debe ser sal y luz a los que no la tienen, y eso solo se logra al ir donde ellos están.
Déjeme probárselo con tres conceptos que para mi son claros:
1.- Cuando Juan habla de la encarnación dice en el capítulo 1 verso 14: ”Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”
El que Jesús se haya hecho carne es el ejemplo que debemos seguir. Imagínese, por primera vez Dios se vio envuelto en necesidades, tentaciones y se vio expuesto a la maldad humana. Se hizo vulnerable por amor a nosotros, y habitó en un cuerpo humano. Habrá algo más horrible que habitar en un cuerpo expuesto a enfermedades, tentaciones, dolor, etc. para Dios. Solo de pensarlo da escalofríos.
2.- Cuando Marcos relata la muerte de Cristo nos cuenta que el velo que separaba a la gente del lugar Santísimo se rompió de arriba a abajo (Mrc. 15:38).- Imagínese, la cortina que separaba el sitio mas sagrado para los judíos, donde solo podía entrar una persona, el sumo sacerdote, e incluso el solo una vez al año, se parte y ahora, debido a la muerte de Cristo todos podemos acceder a la presencia de Dios.
No mas un lugar santísimo, sino personas que tienen a Dios en su corazón, que pueden ir donde la gente necesita el mensaje de salvación.
3.- La gran comisión.- Lo último que Jesús les dice a sus discípulos antes de marcharse es lo siguiente: “ Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mt. 28:19 y 20).
Imagínese conmigo el cuadro. Los discípulos, judíos que esperaban la restauración de Israel, esperan que su Maestro resucitado les diga cuál es el próximo paso para restablecer el reino. Ahora sí, con un Mesías resucitado, vamos a vencer a Roma e instalar el gobierno prometido en el Antiguo Testamento, y Jesús les dice no, eso no es lo que vamos a hacer, ahora vamos a extender la buena nueva alrededor del mundo.
Los discípulos deben haberse sorprendido mucho. Ellos querían convertir a los judíos, recuperar Jerusalén, que el pueblo de Dios, el pueblo de ellos, sea vindicado, no ir a sitios donde vivía gente que no eran de la nación escogida por Dios. Tanto es así, que tuvo que haber una persecución contra ellos para que la Palabra se extendiera fuera del judaísmo.
Jesús fue muy claro: La santidad se mide por cuanto mi vida influye a otras que no conocen a Cristo. Se mide por la influencia que puedo tener en un mundo caído, como portador de Cristo en mi corazón.
Ahora ya no hay templo, yo soy el templo portátil y donde vaya yo, Cristo va conmigo. No se trata de aislarme, se trata de ir a donde los que se sienten indignos y mostrar el amor de Dios de forma práctica, aunque mientras lo hagamos nos ensuciemos físicamente.
La persona mas santa del mundo murió cubierto por su sangre y por nuestros pecados, para que tu y yo podamos tener a Dios en nuestros corazones e ir a entregarlo a cuanta gente lo necesite, no importa cuanto tengamos que caminar y ensuciarnos.
Terminemos haciendo la pregunta con la que empezamos esta serie de artículos:
¿QUÉ REQUIERE EL AMOR DE MÍ?
Esta fue la forma como el cristianismo del primer siglo conquisto el mundo, ¿será que podremos hacerlo de nuevo?
No dejo de pensar que si lo hacemos la verdad de Cristo sería IRRESISTIBLE.