Por: Andrés Carrera
Una de las acusaciones más grandes que nos hacen los católicos romanos es que odiamos a la virgen María. De hecho, lo que muchos de ellos saben de nosotros es que hacemos escándalo en la calle y no creemos en los santos y la virgen.
Si usted ha intentado alguna vez hablarle de Cristo a estas personas, se habrá dado cuenta que lo peor que puede hacer es permitir que la conversación derive en la persona de María, ya que cualquier cosa que usted diga, será tomado como casi una “afrenta” contra la persona que ellos consideran sagrada.
Uno de los grandes problemas al tocar puntos como este que encienden pasiones, es que no nos tomamos el tiempo de escuchar y entender la posición del otro, por tanto, a veces nuestros argumentos ofenden puesto que ni siquiera sabes lo que creo.
En mi experiencia, ni siquiera la mayoría de los católicos romanos saben cuál es la posición oficial de la iglesia sobre este tema, ya que al haber muchas posturas no oficiales, confunden con facilidad cuales son las doctrinas que tienen que creer para considerarse católicos romanos.
Algunos ejemplos de esto serían el tema de María corredentora (que significa que ella y Jesús salvan de pecados), o cuarta persona de la Trinidad. Estas son posturas que han sostenido ciertas facciones del catolicismo, pero nunca han sido doctrina oficial de la iglesia.
Pueden observar gráficamente los excesos de algunos sobre quien es María, observando un cuadro en un museo de Quito, donde se observa a Cristo poniendo a la gente en el purgatorio por un lado, y María sacándolos por el otro. Esta postura ofende incluso a la teología católico romana.
Así que para que nos quede claro cuál es la postura oficial de la Iglesia Católico Romana sobre el tema, les resumo las cuatro doctrinas oficiales sobre ella:
1.- LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA.- Este dogma expresa una verdad en la que todos estamos de acuerdo, hasta donde es un concepto “cristológico”, es decir, si lo que estamos diciendo es que Jesús, nacido de María, es la encarnación del Hijo de Dios, entonces todos los creyentes nos encontraremos en esa línea, pero lastimosamente el concepto del dogma en el catolicismo, se convierte en uno “mariológico” y le otorga a ella privilegios especiales.
En la mariología católica la virgen está en una categoría única, ya que debido a su unión con el Hijo, esa que solo hay entre una madre y su hijo, se genera una relación que la une tan íntimamente con el Verbo encarnado, que se la expresa popularmente como “Maria madre de Dios”.
COMENTARIO.- Nada hay en la Biblia que deje ver esta relación “especial”, María fue una sierva obediente de Dios, incluso cuando el tener un hijo, podía significar su muerte, y significó ver morir a su hijo de forma oprobiosa, lo que merece nuestra admiración, pero no mayor a cualquier otro siervo que dejó todo por seguir a Dios a pesar de los riesgos.
Basta leer Hebreos 11 para ver una lista de algunos de aquellos que dieron su vida y las de sus familias por seguir al Señor.
2.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA.- Este dogma fue promulgado por el Papa Pío IX en el año 1854 y básicamente lo que expresa es que María fue ella concebida inmaculadamente, es decir, no estamos hablando de que Cristo fue concebido de esa manera, sino ella. Para que quede claro, lo que dice este dogma, es que Ana la madre de María, la concibió a ella, por medio de un milagro, libre del pecado original.
COMENTARIO.- Es realmente sorprendente cuantos católicos piensan que este dogma es sobre la concepción de Cristo y no de ella. Para rebatir esto basta con pensar en la frase en que ella dice: “Mi alma se regocija en Dios, mi Salvador” (Luc. 1:47). Si ella fue concebida sin pecado original no necesitaría Salvador.
3.- LA ASUNCIÓN CORPORAL DE MARÍA.- El Papa Pío XII promulgó este dogma en 1950. Este dice que María fue tomada al cielo, y que su cuerpo estuvo exento de la ley universal de la descomposición y corrupción.
¿Cómo sucedió este hecho? no se especifica, simplemente se dice que “cuando completó el curso de su vida terrenal” lo que provoca hasta hoy una discusión entre los eruditos católicos sobre si no murió o que su cuerpo no se corrompió una vez fallecida y este se unió con su alma.
COMENTARIO.- Nada se dice en el Nuevo Testamento sobre esto. En el Antiguo Testamento se nos habla de dos personas que ascienden al cielo en cuerpo: Enoc y Elías.
No habiendo ningún relato histórico al respecto, este dogma, se basa en una posición doctrinal. Es decir, sale del hecho que yo creo que es verdad y así lo expreso. Nótese que antes de 1950 la Iglesia Romana no creía esto, menos era un dogma de fe, que tienen que creer todo el que se considere católico romano.
Como usted podrá colegir este dogma es la conclusión natural del anterior, ya que, si María no nació con pecado original y el castigo de este es la muerte, entonces ella no tenía porque morir. Una cosa lleva a la otra.
4.- LA PERPETUA VIRGINIDAD DE MARÍA.- El dogma sostiene que ella fue virgen antes, durante y después del nacimiento de Jesús. En la primera todos estamos de acuerdo, el problema viene con las dos últimas.
Este dogma empezó en el año 649 bajo el Papa Martin I y confirmada en el año 1555 bajo la forma de constitución con el Papa Pablo IV.
COMENTARIO.- Como ustedes pueden notar de este dogma se coligen los otros tres y es el centro de la discusión y lo que más puede ofender a un católico si usted lo discute hablando de los hermanos de Jesús de los que nos habla la Biblia.
En lo que tenemos que centrarnos cuando tocamos este punto es simplemente preguntar ¿Por qué María tenía que ser siempre virgen? ¿Acaso el tener relaciones con su esposo después de que Jesús nació la convertía en menos digna?
Recordemos que la sexualidad fue creada por Dios y se habla de ella como algo bueno dentro de la relación matrimonial, pues fue creado para la procreación pero también para el gozo de una pareja, en una intimidad en la que nadie más debe ingresar.
Cuando tratemos este tema seamos muy delicados y tratemos no de ganar una discusión, sino poner las bases para salvar un alma, y para eso debemos dar tiempo a que la persona piense en lo que decimos sin sentirse juzgado.