¿Quién nos hace pecar?

Por: Andrés Carrera

Hace dos semanas escribí un artículo sobre el abuso sexual, y en él, les dije que mi próximo tema sería acerca de los demonios y si estos nos hacen pecar hasta el punto de llevarnos a convertirnos en una especie de “títeres” de lo que ellos quieren que hagamos.

Empiezo por dejar algo muy claro: estoy convencido que los demonios existen y que se meten en personas tomando control en determinados momentos de sus vidas, y también que hay seres espirituales que nos tientan, pero de ahí a pensar que TODO es demoníaco y que los pecados son producidos en nosotros por un demonio que se nos mete, hay una distancia muy larga.

Mi interés por este tema empezó muy temprano en mi vida cristiana cuando asistí absorto a una reunión de una iglesia, donde un miembro de esta confesó públicamente su adulterio y pidió perdón a la congregación (la misma confesión pública me pareció extraña) y la explicación que se dio es que un demonio de adulterio se había metido en él y que ya había sido expulsado.

Nunca terminé de entender el asunto así que empecé a preguntar hasta que un pastor del que aprendí mucho me dijo, que eso era un error, que las iglesias tienden a confundir los problemas emocionales con espirituales y que al no determinar cuál era el problema intentaban resolver todo vía exorcismo, cuando lo que necesitaban era terapia, y que las iglesias habían decidido ir por el facilísimo de sacar un demonio, en lugar de aceptar la responsabilidad de su pecado.

De esto casi ya 20 años, y lastimosamente, lo que aconteció en la iglesia cristiana en general no ha sido un volvernos hacia lo que nos dice la Biblia, sino continuar en este camino demonológico, en donde lo único que nos falta es alabarlos, pues estamos más preocupados de ellos que de servir a nuestro Señor.

La cantidad de libros, prédicas, cursos, talleres, etc. que se han hecho sobre ellos resulta casi increíble, y en algunos círculos cristianos son culpables desde el dolor de cabeza hasta los asesinatos en serie.

¿Es esto lo que nos dice la Biblia? ¿Es eso lo que Cristo enseñó?

Comencemos por ver a qué mundo es que vino el Mesías.

Jesús ingresa al mundo en una comunidad judía en lo que llamamos el período intertestamentario, es decir, Jehová había permanecido en silencio por un período de 450 años, entre que se escribió el último libro del Antiguo Testamento y el nacimiento de Cristo.

En ese período los judíos fueron influidos por toda clase de creencia de sus vecinos acerca de quién era dios, y lo más popular en ese momento era traer un demonio causante de un mal y luego un ángel más poderoso que este, llegando a una espiral donde cada criatura del mal era contrarrestada por un ser más poderoso que imponía el bien.

De este período, es de donde vienen todas estas creencias y para probarlo veamos el demonio de la lujuria llamado Asmodeo.

Los seguidores de la demonología le dirán que este es el demonio de los pecados carnales que disfruta incitando a la infidelidad y destruyendo matrimonios y noviazgos, y que sabemos de él gracias al Antiguo Testamento y a la tradición judía, y que incluso, el Papa Gregorio el Grande habló de él y que fue visto como el príncipe de la lujuria desde el renacimiento.

Los libros donde se encuentra este demonio no existen en la Biblia canónica, sino únicamente en la deuterocanónica o biblia católica, y aquí necesitamos hacer una explicación un poco más detallada.

En el período intertestamentario se tradujo por primera vez el Antiguo Testamento judío del hebreo original al griego que era el idioma internacional en esa época. En esa traducción llamada la septuaginta, también se tradujeron libros que los judíos no consideraban ni consideran sagrados, que se tradujeron porque eran literatura intertestamentaria.

En el año 1548 el Concilio de Trento los incluyó como sagrados con lo que se formó la Biblia deuterocanónica es decir después de que el canon (los libros considerados sagrados) estaban ya establecido.

Es de estos libros de la era intertestamentaria que sale el nombre se Asmodeo, ya que se encuentra en Tobías y el testamento de Salomón, y no se halla en ningún libro reconocido por los judíos como inspirado.

Cuando Jesús interactúa con su mundo circundante, Él tiene que empezar a acabar con estas creencias de que todo es ángeles o demonios y comienza a enseñarle a ese mundo intoxicado por  doctrinas que no eran de ellos, la verdadera razón del problema y explicó cosas como estas:

Jeremías 17:9 “Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?”

Mateo 15:18, 19 “Pero lo que sale de la boca viene del corazón y contamina a la persona. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias”.

Marcos 7:21 “Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios”.

Santiago 3:14 “Pero si ustedes tienen envidias amargas y rivalidades en el corazón, dejen de presumir y de faltar a la verdad”.

No es entonces cuestión de demonios, sino que nuestro principal problema está dentro de nosotros, y Jesús a un mundo consumido por estas creencias se las aclaró sin posibilidad alguna de duda.

En lugar de estar buscando cómo se llama cada demonio y que hace, que tal si nos dedicamos a transformar nuestra mente y corazón que imbuidas, por ejemplo, de toda una oleada de pornografía termina en abuso sexual.

Lo que debemos hacer es encontrar las razones por las cuales una persona llega a los niveles más bajos de humanidad y trabajar con ellas hasta que pueda enfrentar esas razones y sanar, luchando contra ellas en el plano emocional, y no traer creencias intertestamentarias que no corresponden a la Palabra de Dios y que lo único que hacen es intentar soluciones mágicas a problemas emocionales reales y que requieren una verdadera sanidad interior.

Mientras sigamos pensando que todo se resuelve con exorcismos y que todo es un problema de espíritus, tendremos cada vez menos voz en la sociedad, que requiere soluciones a su problemática emocional, que deben enfrentarse a su pasado, a sus malos hábitos y a sus dolores y frustraciones y en lugar de entregarles el camino a la limpieza de su corazón, le damos magia de un día y lo mandamos de regreso diciéndole que está sano pues el demonio se fue.

Que el Señor nos ilumine para que podamos dar la respuesta de Cristo a una sociedad que cada vez está más enferma mental y emocionalmente.

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