Por: Andrés Carrera
Nuestras vidas debieran tener un propósito, un fin, una razón de ser. Para encontrarla necesitamos primero analizar sobre qué vamos a sustentarla. No puedo arrancar a edificar mi vida si no sé sobre que está sujeta, puesto que si la baso sobre un fundamento que se tambalea, el resto de mi construcción temblará también, convirtiendo mi vida en un camino frustrante y penoso.
El apóstol Pedro nos habla de esto y nos dice lo siguiente: “Así dice la Escritura:
«Miren que pongo en Sión
una piedra principal escogida y preciosa,
y el que confíe en ella
no será jamás defraudado.»
Para ustedes los creyentes, esta piedra es preciosa; pero para los incrédulos,
«la piedra que desecharon los constructores
ha llegado a ser la piedra angular»,
y también:
«una piedra de tropiezo
y una roca que hace caer.»
Tropiezan al desobedecer la palabra, para lo cual estaban destinados. (1 Ped. 2:6 al 8)
Tres reflexiones a las que me lleva esta lectura:
1. Existe una piedra principal sobre la que debo construir.- Todo el mundo construye su vida sobre algo, es lo que lo identifica, lo que lo hace ser quien es. Por ejemplo, soy un buen padre, buen profesional, etc. El problema es que si por alguna razón me sacan del trabajo o mi hijo se pelea conmigo entonces mi vida se tambalea, pues mi razón de existir está sobre un suelo que tiembla.
Esta es la razón por la cual los atletas profesionales tienen tantos problemas cuando se retiran. Lo que los ha identificado siempre es su destreza deportiva y al envejecer dejan de tener su fundamento de vida y su razón de ser ha terminado.
Lo mismo podemos decir de los estudiantes que van becados a las mejores universidades del mundo. Su fundamento es que son inteligentes, sólo saben sacar notas excelentes, pero al estar en desafíos mayores empiezan a sacar notas mediocres y no lo pueden soportar, porque su fundamento es su inteligencia, y al darse cuenta que a veces no es suficiente se desploman.
Conocí de una mujer que dependía de un hombre a su lado sin importarle como la tratara, iba de relación en relación siempre con varones que la degradaban. Para ella su vida sin una pareja era inconcebible, ese era su fundamento. Un consejero la llevó a cambiar y logró que se dedicara a los negocios y su piedra angular pasó a ser lo extraordinaria que era para hacer dinero, pero bastó que le fuera mal para que se diera cuenta que su nuevo fundamento era tan tambaleante como el anterior.
La Palabra es clara, si pones tu vida en cualquier otra piedra que no sea Cristo serás avergonzado, porque nada más sirve.
2. Esa piedra principal debe ser preciosa para mí.- Si va al médico y éste le dice que está enfermo y que su única solución es comprar una medicina que es tan cara que va a tener que vender su carro y andar a pie y vender su casa y vivir en un cuartito, su razonamiento sería fácil: para qué me sirve mi casa y mi carro si me voy a morir?
Así mismo, debe ser nuestro razonamiento para buscar y vivir para nuestra piedra angular. Nada más importa porque sin ella no hay vida y todas las demás piedras dependen de ella y tambalearán constantemente si el fundamento no es suficientemente fuerte.
En Él estamos seguros, en Él mi vida no temblará pues está sujeta al único fundamento que puede sostener cualquier movimiento telúrico por fuerte que sea, pero si Él no es esa piedra cualquier temblor puede poner mi vida por el piso.
3.Tengo que unirme a Él.- En el caso de los creyentes tenemos una piedra que es Cristo y como Él no tiene de qué avergonzarse yo tampoco, como Él es fuerte yo también, vivió la vida que yo debo vivir, murió la muerte que yo debí morir.
Como Él es aceptado por el Padre, yo también, y entonces puedo afirmar a otros y amarlos aunque éste no sea recíproco, porque tengo el amor de Él. Puedo aceptar el rechazo ya que a Él lo rechazaron y no se defendió por amor a mí.
Mi fundamento es que entiendo que el Padre prefirió renunciar a su Hijo amado en lugar de renunciar a mí, y eso me hace valioso y me da una razón de vida. Sobre la piedra de lo que soy para Jesús y lo que Él es para mí, puedo construir una vida que no se derrumbe.
Mi piedra angular es un carpintero de Belén que dijo ser Dios y que moriría en mi lugar, y eso me hace ser quien soy. Sólo deseo que usted lo encuentre y le permita ser esa piedra.