Por: Andrés Carrera
Cuando hablamos de tener hábitos de excelencia, uno de en los que más se tiene que trabajar es en ser responsable, pero no en cuanto a ser puntual y esas cosas, sino en aceptar las consecuencias de nuestras decisiones y no poner excusas o buscar culpables.
Si usted lo piensa se dará cuenta de que es una inclinación natural y apenas nos sentimos acusados por nuestra conciencia o por otros, vamos a tratar de encontrar una excusa para que no sea nuestra culpa.
Qué común que es encontrarnos diciendo: pero es que usted me dijo, es que otro carro también se me cruzó, no me di cuenta de lo que había gastado, es que tú gritaste primero, etc.
No puedo dejar de pensar que antigua que es esta manera humana de comportarnos, ya que, encuentro en Génesis 3 la primera versión de personas tratando de eludir su responsabilidad. Usted seguramente lo ha leído. Dios aparece en escena y el hombre se ha escondido porque ha hecho lo único que se le ordenó no hacer, y de inmediato, lo primero que sale de su boca, no es perdóname, yo soy el responsable, tú me encargaste esto a mí.
Por supuesto que no. Lo primero que sale de su boca es acusar a Eva y al mismo Dios. Yo no tengo la culpa, decidan entre ustedes dos quien la tiene. Al continuar hacia Eva vemos la segunda versión, y aquí la culpa es de la serpiente. (Gen 3:13)
Para no quedarse atrás, los cristianos del siglo XXI, nos han traído dos versiones de cómo se elude la responsabilidad cuando pecamos y hacemos lo malo delante de Dios, siendo creyentes, y lo hacen con dos teorías que son primo hermanas: el problema es mis antepasados, o el demonio me hizo hacerlo (misma versión que Eva).
Al analizar estas auténticas herejías, voy a dedicar poco tiempo a la primera, ya que en este mismo blog puede encontrar dos artículos al respecto con el nombre de maldiciones generacionales.
Esta primera herejía entonces, lo que sostiene es que nosotros estamos atados a ciertos pecados porque nuestros antepasados lo estuvieron, y que hay que romper esas cadenas a través de un ejercicio de liberación, rechazando esas influencias demoníacas causadas por los pecados de ellos.
La otra cosa que buscan en este proceso de “liberación” es influencias demoníacas, que dependiendo la versión que utilicen puede ser posesión (incluso en creyentes) o una influencia tan grande que lo tiene totalmente atrapado e indefenso a uno, por lo que se ve casi que “obligado” a hacer lo malo.
Es común ahora ver como los miembros de este nuevo cristianismo justifican sus pecados con frases como: “es que tenía un demonio de……… (coloque ahí el pecado predilecto de la persona) o “es que el demonio me hizo hacerlo”.
La solución para los pecados recurrentes ya no es el confesar a Dios y arrepentirse, ahora es ir a sesiones públicas o privadas, donde literalmente vomito al demonio, quedando liberado de la influencia de éste y entonces puedo retomar mi vida cristina, ya sin esa opresión que me lleva al pecado una y otra vez.
Ahora ya no soy pecador, soy víctima de las asechanzas del diablo, y mi única culpa, si la hay, es haber abierto puertas, aunque la mayoría de las veces, ni siquiera eso porque los que la abrieron fueron mis antepasados.
Así que, analicemos a la luz de la Escritura de una forma somera, si esto es verdad o no:
1 Cor. 3:16 dice: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” Entonces aquí cabe la pregunta: ¿Permite usted que lo que es suyo lo mal use su enemigo? Por supuesto que no, si usted es creyente y tiene al Espíritu Santo, nadie puede meterse a habitar en usted. Lo pueden tentar, por supuesto, pero requieren su aceptación a esa tentación para lograr convertirla en pecado, y entonces es nuestra responsabilidad.
Gal.5:19 al 21 dice: “Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”
Fíjese bien, no dice las obras del diablo, dice las obras de nuestra naturaleza, es decir, los que hacemos estas cosas, no las hacemos porque un demonio se nos metió o nos influye, sino porque queremos y somos personas caídas. Nada tiene que ver el diablo en esto excepto tentarlo.
Observe también, que se nos dice que los que practican tales cosas no heredaran…. Y entonces hagamos la distinción entre los que están constantemente en estos actos y los que caemos por excepción en una de ellas.
No me diga tampoco que lo que pasa es que no puede con la tentación, que ésta es muy fuerte para no caer, porque la Biblia ahí también es clara: “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir” (1 Cor.10:13)
Concluyamos entonces:
Cuando usted peca, lo hace porque es un acto de su voluntad. Si usted empieza a ver pornografía, adulterar, mentir o cualquier otra cosa, no es que tiene un demonio, es que usted ha sucumbido ante tentaciones y le gusta estar en eso. La única solución es confesar, arrepentirse y dejar esas prácticas que pueden dar placer, pero definitivamente no traen felicidad, sino más bien todo lo contrario, incluyendo un dolor a los que más amamos.
No hay nada más penoso que personas que no aceptan su responsabilidad. Nada que haga a la gente más inmadura física y espiritualmente. Nada más avergonzaste que gente que busca culpas a su alrededor en lugar de mirarse al espejo. Nada como esto que logre que las personas no quieran acercarse a usted.
En este nuevo cristianismo las excusas tienen nombre propio se llaman “influencia demoníaca” y “maldiciones generacionales” cuando deberían llamarse “naturaleza pecaminosa” y “responsabilidad personal.”
Niéguese a las excusas aunque tengan nombres “espirituales”, acepte su responsabilidad ante el Señor y este lo restaurará. Permítale a Él pelear sus batallas y usted las ganará. Siga yendo a “liberaciones” y tendrá que ir de por vida porque nunca saldrá de sus pecados.
Recuerde, siempre que hay una sola solución: “Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres”. (Juan 8:36)