¿Castigado o sufriendo consecuencias de mis actos?

Por: Andrés Carrera

Si usted es cómo yo, creció en un ambiente donde rondaba la idea de un Dios castigador, barba blanca, con un mazo en la mano, siempre esperando que hagamos algo mal para que experimentemos todo el peso de su justa ira.

Como si fuera poco, quienes para nosotros eran sus representantes, los sacerdotes, también podían llegar a ser ajusticiadores de niños malcriados en las escuelas que regentaba la Iglesia Católica. Claro, estoy hablando de lo que pasaba en los años 60 y antes y que yo sepa, ya no sucede.

Los críticos de la Biblia siempre traen consigo este argumento del Dios golpeador, del Dios condenador como una razón para no creer en nada de lo que los libros sagrados dicen.

Comentarios como: ¿Cómo puede un Dios de amor condenar a gente al infierno? ¿Cómo puede condenar a la gente a sufrir por desobedecer? ¿Cómo puede castigar al mundo con inundaciones, terremotos, y cualquier otra desgracia natural?

Algunas personas denominadas creyentes son culpables de estos conceptos errados de Dios, pues en algunos púlpitos, se predica que la desgracia en tal o cual sitio es debido al pecado que sobreabunda y a la ira santa de Dios contra tanta inmundicia, provocando más temor y rabia contra ese Dios que, no es presentado como amoroso sino como ajusticiador.

¿Qué sucedería si empezáramos a ver lo que Dios dice como una advertencia amorosa en lugar de un castigo?

Hagamos el ejercicio mental aunque sea tan solo para pensar en lo que puede o no puede ser:

Adán y Eva.- Se les advierte que tienen una sola cosa prohibida. Vivían en perfecta armonía con Dios, entre ellos, con la naturaleza. Tenían todo lo que necesitaban y tenían paz y felicidad. De repente, un día, deciden no confiar más en Dios, y desobedecen y la historia la hemos oído todos:

Dios condena al hombre a que de ahí en adelante tendría que trabajar con el sudor de su frente y ya no sacaría de la tierra su fruto sin que existieran problemas.

A la mujer la condena a que tendría dolores de parto y que el hombre se enseñorearé de ella.

Ahora hagamos el ejercicio:

¿Sería diferente nuestra lectura si en lugar de castigo fuera consecuencia?

Y si lo que Dios está diciendo es que las consecuencias de haber pecado son estas. Entonces no es una “venganza” que es como se lo mira, sino una simple explicación de cuáles son las consecuencias al haberlo sacado a Dios de sus vidas.

El infierno.- Si es verdad que existe un lugar de castigo eterno ¿no sería de esperar que un Dios de amor nos advirtiera de su presencia? ¿No será que quiere que este lugar esté totalmente vacío, y por eso nos lo cuenta?

Cuando el diablo se ganó la fidelidad del ser humano se desencadenaron, como consecuencia, una serie de hechos, que terminarían con Cristo en la cruz y con una serie de personas, que no han querido a Dios en su vida, en un sitio, donde no está Él, denominado el infierno.

Entonces cabría preguntarnos si la misma creación del infierno es causada porque Dios nos quiere castigar si no hacemos “su voluntad”, o si simplemente fue la lógica consecuencia de un ser humano que no quería vivir para su Creador sino para sí mismo.

Ya que eso es lo que deseas, ahí está el sitio, donde puedes vivir para ti mismo por toda la eternidad.

La mujer.- Una de las consecuencias del pecado fue que el hombre se enseñorearía de la mujer, y vaya que los varones hemos hecho cumplir esto.

Aun hoy, el abuso contra la mujer es moneda corriente incluso en sociedades “civilizadas” y a través de los tiempos es una de las injusticias más comunes.

Solo imaginémonos como era en la antigüedad, donde aún en la Roma, considerada no bárbara, se mataban a las niñas al nacer porque no valían la pena. Imaginemos mujeres que a lo único que podían aspirar era a tener un buen esposo (que por lo menos la proteja) y a no ser violada por cualquiera que ataque la población donde vivía.

Siempre me han sorprendido los designios de Dios de que a la mujer tenía que permitírsele recoger las espigas sobrantes para no morir de hambre y solo puedo imaginarme, en cómo eso era protección para ella porque en otros pueblos circundantes la mujer si se moría de hambre.

Dios tuvo que especificar en sus leyes estas cosas, para impedir el abuso inhumano causado por el primer pecado, que hoy vemos como castigo, pero que si estuviéramos en esas sociedades consideraríamos proteccionista a la mujer.

Este artículo no pretende cambiar posiciones ancestrales, solo pregunta y sugiere, si un acercamiento desde un plano de consecuencias y no de castigo cambiaría nuestra percepción de Dios y nos ayudaría a entender que es un Dios de gracia y no uno sediento de venganza.

Por lo menos a mí, me deja ver un Dios con el que deseo relacionarme, porque aunque me deje caer en las consecuencias de mi alejamiento de Él, nunca me rechaza y siempre está dispuesto a lavar mis heridas, aunque me advirtió que si seguía ese camino me iba a causar daño.

Ese Dios que me ama tanto que me advierte lo que me va a pasar, pero no me retiene contra mi voluntad, es aquel a quien quiero servir para siempre.


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