Por: Andrés Carrera
Todo existe por una razón. Toda organización debe saber cuál es su objetivo primario. Todos nosotros deberíamos poder contestar la pregunta ¿para qué vivo?
En el caso de la iglesia en general, me parece, que al tener un objetivo doble, hemos dado gran énfasis al uno y hemos dado olvidado el otro. Los llamaremos el gran mandamiento y la gran comisión.
EL GRAN MANDAMIENTO.- Cuando un doctor de la ley se acercó a Jesús y le pregunto cuál era el más grande mandamiento Su respuesta fue: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas”. (Mt. 22:36 al 40)
En el momento que usted es parte de una iglesia, conoce el lenguaje y va a las reuniones regularmente, puede sentir que existe una gran camaradería y preocupación de unos por otros, y que el amor a Dios es bastante palpable.
De hecho, no tiene mucho problema con el tiempo, de considerarla su iglesia y vivir una real amistad con muchas personas en ella, porque además todo el mundo parece jovial, amistoso y sonriente.
De manera, que si usted recorre la mayoría de las iglesias evangélicas, encontrará gente, que al verlo llegar, le darán la más cordial de las bienvenidas y se alegrarán genuinamente de que usted esté ahí. El problema es con la segunda de nuestras razones para existir.
LA GRAN COMISIÓN.- Jesús fue claro antes de dejar este mundo: “Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:18 al 20).
Hablemos primero de la parte que implica ir a buscar a los perdidos. No estamos por lo general, yendo a la comunidad dejándoles ver que su mundo nos interesa, y que estamos ahí para ayudar en lo que se pueda.
Predica el evangelio y ellos vendrán, es una frase hecha y es ingenuo pensar que eso se va a dar. También es una pésima mayordomía pues nuestros recursos (dinero, tiempo, habilidades) no se están usando sino en nosotros mismos.
Algunos leerán esto y pensarán que hacen campañas de evangelismo, pero eso no es a lo que me refiero, ya que estas son ineficientes en su mayor parte. Lo que digo es si me he ganado el derecho de hablar de mi fe al haber hecho amistad genuina con no creyentes, al ingresar en actividades con ellos, en ofrecer mi amistad de forma desinteresada.
Pero lo peor en mi opinión no está ahí, ya que no solo no vamos a la comunidad sino que nos escondemos de ella. Permítame darle algunos ejemplos para que se entienda lo que quiero decir:
Las visitas no saben ni cuál es la puerta principal y no hay letreros para quien no conoce donde es.
Me pasó en una iglesia en otro país, llegué a ella y estaba entrando por la puerta de salida que no decía que era de salida, el ujier muy amablemente me dijo que todo el mundo sabía dónde era la puerta de entrada por eso no había letrero.
Cuando saludamos al público presente lo hacemos diciendo “hermanos bienvenidos” lo cual excluye al visitante, para quien no nos hemos preparado.
Cuando cantamos no explicamos porque lo hacemos, asumimos que todo asistente sabe porque alabamos.
Cuando predicamos damos por sentado que nuestro auditorio sabe cosas que un visitante no tiene porqué saber.
Espero que mi punto haya quedado claro: No solo no vamos a la comunidad, no estamos preparados para recibirla porque no creemos que vaya a venir, y con eso mucha gente que nos visita no regresa porque no vio que lo que hacíamos era para ellos, y la que regresa tiene que pasar por el proceso de entender lo que hacemos, hasta que se convierte en uno más.
Cristo nos dio dos comandos muy claros: en el primero somos muy buenos, pero al ser tan malos en el segundo, reducimos nuestro éxito en el primero a un club de personas exclusivo y no a un mundo que tanto necesita de ese amor que la Biblia dice que sobreabunda en el creyente.
La Iglesia es el plan de Dios para llegar a un mundo que no lo conoce y necesita de Su amor, tenemos que hacer un mejor trabajo.
Lo dejo con estas preguntas: ¿Si el evangelio es buenas nuevas, porque hay tan poca gente dispuestas a oírla?
Y si es por el mal trabajo de nosotros. ¿No sería eso una tragedia?