Mientras más conozco al ser humano

Por: Andrés Carrera

La muy conocida frase atribuida a Diógenes que dice “Mientras más conozco al hombre más quiero a mi perro”, es una, que a alguien como yo, que escucha diariamente a parejas de casados despedazase el uno al otro, tiende a repetir más veces de las que quisiera aceptar.

Claro está, yo comprendo que la vida familiar no es fácil, que el egoísmo campea en la actual y pasada generación que vive como si lo que hace no tiene consecuencias, que todo lo que pasó hace 20 años o más es considerado historia antigua y no es aplicable al presente, por lo que no necesario aprender de los errores de otros.

Pero, a pesar de todo esto, no puedo terminar de comprender nuestra tendencia a la autodestrucción, dejando regado en el piso nuestra vida y la de los que supuestamente más queremos.

Tal vez sea que de tanto oír los problemas de las personas, mi paciencia se está agotando, o que ya no puedo más después de 25 años de dar consejería, pero dudo que sea eso. Creo, que más bien es al contrario, lo que me pasa es que por mucho que lo pienso, no puedo entender el proceso de pensamiento de ciertas personas, incluyendo a algunos que se llaman cristianos.

No puedo concebir como un esposo puede pensar que es buena idea tener un trío en la cama con su esposa y otra mujer, aunque van a la iglesia los domingos. En qué cabeza puede caber que la esposa es una actriz porno o que ese acto no va a dañar para siempre su autoestima y en el proceso violar toda la necesidad que una mujer tiene de privacidad e intimidad en esos momentos.

No tengo la más remota idea de cómo alguien puede pensar que el placer sexual solo se experimenta si hace que su esposa o novia haga cosas que él ha visto en películas, aunque ella se siente una basura al hacerlo. O a quién se le puede ocurrir despertar a su esposa a las 3 de la mañana porque él tiene ganas de tener relaciones sexuales.

De donde sacarán que la mejor forma de resolver los problemas es insultando, agrediendo o minimizando a la pareja, solo para después hacer como que nada ha pasado, dejando que el miedo se apodere no solo de la pareja sino también de los hijos.

Como puede ser que creamos que la mejor manera de sentirme feliz es traicionar a mi pareja, para después estar rogando que me perdone, o viviendo una vida de eternas mentiras que algún día me alcanzarán. De donde habremos sacado que entrar en nuevas relaciones, dejando las anteriores va a producir felicidad, solo para ver que el mismo problema se repite con la nueva pareja, porque yo soy el que lo causo.

¿Cuándo vamos a darnos cuenta todo el dolor que dejamos a nuestro paso? ¿Cuándo vamos a entender que esta forma de vida no da resultados? ¿Cuándo, los que se llaman cristianos, van a dejar de vivir de esta forma, y pasar a expresar el amor que Cristo nos da para compartir.

Ha llegado el momento de que los que tenemos la responsabilidad de liderar de alguna forma a creyentes o buscadores de Cristo, empezamos a olvidarnos de la predicación que no confronta, que nos olvidemos de aquella que no nos da una aplicación práctica.

Debemos dejar en la historia esos mensajes que dejan ver cuánto sé, pero que no enseñan nada. Tenemos que confrontar este tipo de comportamiento, tenemos que decir porque Dios está contra estas cosas y cómo salir de ellas. La gente tiene que entender que uno no es creyente porque vaya todos los domingos a la iglesia y cante o confiese pecados, o se sepa versículos de memoria. Uno crece en cristianismo es por cuánto aplica y para eso tenemos que desafiar a nuestras congregaciones a vivir la fe que dicen profesar, en el día a día de forma visible.

A Jesús después de terminar una prédica lo quisieron apedrear, debido a lo duro que Su palabra era contra comportamientos equivocados, y en otra lo quisieron tirar barranco abajo.

Y no estoy pidiendo que hablemos la verdad de forma tan grosera para que nos boten cerro abajo, sino para que la gente sepa de forma práctica, que es el cristianismo y cómo se aplica a la vida diaria, incluyendo los comportamientos más íntimos de cada persona.

Como Iglesia vivimos en una nube rosada, todos estamos bendecidos y en el Señor. Nada malo pasa, Él dirige nuestras vidas y nos cuida. Pero, mientras nos decimos eso, nuestros comportamientos solo destruyen, porque me creo con derecho a abusar del débil, a pedir cosas que denigran al otro, a entrar en comportamientos que solo causan dolor.

Tenemos que hacer algo y por lo menos yo, voy a empezar por dejarle ver a la gente lo que Dios espera de ellos en forma práctica cada semana, aunque haya quienes se molesten porque prefieren las reuniones donde me voy en paz, donde no tengo que cambiar nada, donde salgo creyendo que todo está bien.

Si lo que oigo en las consejerías es la nueva forma de ver la vida y vivirla, sólo podemos esperar una iglesia que tendrá que decidir si se pone al frente y combate esta visión, o que sucumbe silenciosa y cómplice a la destrucción de las familias y por ende la humanidad.

¿Estoy siendo exagerado? No lo creo, y lo único que me mantiene amando al ser humano en general es que mi Señor murió por cada uno de ellos y nunca, sin importar a donde llegue su degeneración, dejará de hacerlo.


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