La Maldad (3)

Hola amigos

Envío la parte final de las respuestas sobre la maldad que nos presenta Ronald Rhodes.

Dios los bendiga,

Andrés Carrera

¿ES LA MALDAD SOLO UNA ILUSIÓN?

Algunas personas, en particular las afiliadas a las ciencias mentales, arguyen que el mal es una ilusión. Mary Baker Eddy, fundadora de la Ciencia Cristiana, argumentaba que la materia, el mal, la enfermedad y la muerte no tienen realidad y que son ilusiones de la mente mortal. Dentro de la Corriente Unitaria del Cristianismo, Emily Cady, escribió de modo similar: «El mal no existe … El dolor, la enfermedad, la pobreza, la vejez, y la muerte no son reales, y no tienen poder sobre mí».

Ernest Holmes, fundador de la Ciencia Religiosa, escribió: «Todo el mal aparente es resultado de la ignorancia, y desaparecerá de tal grado que nadie más pensará en este, ni creerá en este, ni lo sufrirá.

Si el mal no es más que una ilusión, sin embargo, ¿por qué combatirlo? Aunque Mary Baker Eddy sostenía que el sufrimiento de la enfermedad corporal y la muerte no eran más que ilusiones, es un hecho histórico que, en los últimos años de su vida, estuvo bajo atención médica, recibió inyecciones de morfina para aliviarle el dolor, usó lentes, tuvo extracciones de dientes, y al final murió, «retractándose» de todo lo que había profesado creer y enseñar.

Cuando las personas dicen que el mal es una ilusión, creo que tengo derecho a preguntarles si de noche cierran con llave las puertas de sus hogares. (Si lo hacen, les pregunto por qué). ¿Dejan acaso las llaves dentro de sus autos cuando lo estacionan en la avenida principal del centro? (Si no lo hacen, ¿por qué?). ¿Se abrochan los cinturones de seguridad cuando viajan en auto? (¿Por qué?). ¿Van al dentista? (¿Por qué? ¿No quedamos en que el dolor de muelas era una ilusión?). ¿Le colocan chalecos salvavidas a sus hijos pequeños cuando se bañan en la playa? (¿Por qué?). ¿Les advierten a sus hijos pequeños que no se acerquen demasiado al fuego cuando hacen un asado al aire libre? (¿Por qué?). ¿Apoyan las leyes contra los pederastas? (¿Por qué?). Si el mal no es más que una ilusión, estas acciones serían completamente innecesarias y nadie tendría de qué preocuparse.

Explicar la maldad aduciendo que no es más que una ilusión es contraria a toda experiencia humana y lógica. Limitarse a negar la existencia del mal no elimina su realidad. Esta explicación del mal es en sí la peor de las ideas ilusorias. Jesús, sin duda, creía en la realidad del mal. En la oración del Padre Nuestro, no dijo que oráramos: «Líbranos de la ilusión del mal», sino que nos enseñó a orar: «Líbranos del mal».

De aceptar el punto de vista de la Ciencia Cristiana que el mal es una ilusión, estaríamos negando nuestras propias experiencias sensoriales y personales. Vale la pena notar que las Escrituras a menudo nos exhortan a prestar atención a la experiencia empírica que nos aportan nuestros cinco sentidos. Frente a la duda de Tomás, Jesús le pidió que pusiera sus dedos en las cicatrices de los clavos para demostrarle que efectivamente había resucitado de entre los muertos (cf. Juan20:27). En Lucas 24:39, Jesús resucitado le dijo a sus seguidores: «Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo». En 1 Juan 1:1, leemos que Juan y los apóstoles hablaron de «lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida». Los mismos sentidos que nos permiten testificar con tanta convicción del Cristo resucitado, testifican de la realidad del mal en nuestro mundo, no solo a un puñado de personas, sino universalmente y en todas las edades.

¿PUEDE EL PANTEÍSMO DE LA NUEVA ERA EXPLICAR LA EXISTENCIA DE LA MALDAD?

Tengo un amigo, Jim, que ha leído algunos de mis libros sobre apologética y el movimiento de la Nueva Era. Un día se vio aquejado por una enfermedad física concreta y fue a ver a un doctor que le habían recomendado. Irían por la mitad del examen cuando, Jim, comenzó a sospechar que el médico podría ser un promotor de la medicina de la Nueva Era. El, que no se caracteriza por andarse con vueltas, le dijo: «¿Usted es dios?», a lo que el médico le respondió con entusiasmo: «Por supuesto, y usted también y todo el mundo». Jim salió del consultorio más rápido que un rayo.

El panteísmo es el punto de vista que propugna que Dios es todo y todo es Dios. La palabra panteísmo deriva de dos palabras griegas: pan (<<todo») y theos (<<Dios»). El panteísmo considera que la realidad está permeada por la divinidad. El dios del panteísmo de la Nueva Era es una «cosa» impersonal y amoral opuesta al «ser» personal y moral del cristianismo. Según esta perspectiva, la distinción entre el creador y la creación se desdibuja completamente.

Si es cierto que «todo es uno» y que «todo es Dios», como sostiene la visión del mundo de la Nueva Era, la distinción entre el bien y el mal, al final, desaparece. David Spangler, promotor de las ideas de la Nueva Era, afirma que la ética de su creencia «no se basa en… la dualidad de los conceptos del “bien” y el “mal”». No hay un mal moral absoluto ni un bien moral absoluto. Todo es relativo. Por supuesto, hace mucho tiempo que los filósofos han señalado la debilidad filosófica de dicho punto de vista, porque es lo mismo que decir que la única verdad absoluta es que no hay absolutos. Cuando una persona afiliada a las ideas de la Nueva Era me dice que no hay absolutos, siempre le pregunto si está absolutamente seguro de esto.

Uno de los principales problemas de la cosmovisión panteísta de la Nueva Era es que no explica adecuadamente la existencia de la realidad de la maldad en el mundo. Si Dios es la esencia de todas las formas de vida de la creación es necesario concluir que tanto el bien como la maldad tienen su origen en la misma esencia (Dios). En otras palabras, las manifestaciones de la maldad como la Primera y la Segunda Guerra Mundial, Hitler, los asesinatos, el cáncer, o las violaciones, son una parte de Dios.

La Biblia, en cambio, enseña que Dios es bueno y no malo (d. 1 Crónicas 16:34; Salmo 118:29: 136:1; 145:8:9; Mateo19:17). El Dios de la Biblia es luz y «en él no hay ninguna oscuridad» (1 Juan 1:5; cf. Habacuc 1:13; Mateo 5:48). Es particularmente convincente el argumento en griego, que literalmente se traduciría: «Yen él no hay ninguna oscuridad, absolutamente ninguna». Juan no lo podría haber expresado con más fuerza.

Tuve la oportunidad de conversar con el ex gurú Rabi Maharaj, que se explayaba sobre la insatisfacción ética que le producía una cosmovisión monástica, panteística, especialmente en lo pertinente al problema de la maldad.

«Cada vez estaba más convencido que Dios, como Creador, distinto y separado del universo que había creado, se oponía al concepto hindú que Dios era todo, de que el creador y la creación eran una y la misma cosa. Si solo había una realidad, entonces (Dios) era el mal además del bien, tanto la muerte como la vida, el odio como el amor. Eso hacía que nada tuviera sentido, la vida era un absurdo. No era fácil mantener la cordura y la idea de que el bien y el mal, el amor y el odio, la vida y la muerte, eran una sola. Rabi optó por la única salida lógica que tenía: ¡se hizo cristiano!

¿ACASO CREAMOS NUESTRAS REALIDADES?

Muchos de los que se afilian a las ideas de la Nueva Era, creen que las personas crean, con el poder de la mente, todas sus realidades, las buenas y las malas. Los escritores populares de la Nueva Era, David Gershon y Gail Straub, señalan que «no podemos evitar crear nuestra realidad; cada vez que se nos ocurre un pensamiento estamos creándola. Cada creencia que tengamos va dando forma a lo que experimentamos en la vida». Con esto en vista, «si aceptamos la premisa básica de que nuestros pensamientos crean nuestra realidad, esto significa que necesitamos asumir la responsabilidad de crear toda nuestra realidad, las partes que nos agradan y las partes que no».

Un problema crítico con este punto de vista es que si los humanos (en tanto dioses) crean su propia realidad, como sostienen aquellos que se afilian a las ideas de la Nueva Era, no hay posibilidad de condenar a los individuos que infligen maldad a otros. Por ejemplo, debemos concluir que los millones de judíos que fueron ejecutados bajo el régimen de Hitler, crearon su propia realidad. Por ende, las atrocidades de Hitler no son condenables ni éticamente malas dado que él no fue más que una parte de la realidad que los propios judíos se crearon. De modo similar, no es posible condenar a los terroristas que hicieron explotar los aviones el II de septiembre, porque los pasajeros que allí viajaban crearon esa realidad.

Cuando la hija de la profesora de teatro de Shirley MacLaine, en una colisión frontal, sufrió quemaduras que le desfiguraron el rostro, MacLaine se preguntó: «¿Por qué tuvo que elegir morir de esa manera?». El apologista cristiano, Douglas Groothuis, después de leer el libro de MacLaine, It’s AU in the Playing [Todo es parte del juego], relata cómo el libro presenta a «Shirley llorando frente a su televisor mientras mira los efectos de un volcán chileno que mató a veinticinco mil personas. ¿Por qué llorar? ¿Acaso no eligieron esa muerte?».

Cuanto más ahondamos en las explicaciones que la Nueva Era postula para explicar la maldad, tanto más absurdas nos resultan.

¿PUEDE LA REENCARNACIÓN EXPLICAR LA EXISTENCIA DE LA MALDAD?

Muchas personas que creen en las ideas de la Nueva Era basan su ética en la reencarnación y el Karma. El proceso de reencarnación (renacimientos continuos) se repite hasta que el alma alcanza un estado de perfección y, entonces, se fusiona de nuevo con su fuente (Dios o el Alma Universal»). El Karma se refiere a la «deuda» que el alma acumula por causa de las acciones buenas o malas que cometió durante la vida (o en las vidas anteriores). Si uno acumula Karma bueno, él o ella, supuestamente, se reencarnarán en un estado más deseable.

Muchas personas que creen en los postulados de la Nueva Era explican la existencia de la maldad en nuestro mundo estrictamente en función del Karma. El escritor popular de Nueva Era, Gary Zukav, por ejemplo, dice que no debemos apresuramos a juzgar cuando la gente sufre cruelmente, porque «no sabemos qué cosas se están sanando (por medio del Karma) en estos sufrimientos»38. Lo que Zukav llama «justicia no crítica» nos exime de la necesidad de juzgar con respecto a la maldad aparente; la ley del Karma, al final, traerá la justicia.

¿Será posible que Zukav quiera hacemos creer que cuando las milicias en Ceilán dispararon contra una madre que estaba amamantando a su hijo y luego usaron los dedos de los pies del bebé para hacer tiro al blanco, de algún modo esto traía «sanidad» a las almas de la madre y el niño? Cuando los chiitas de la Unión Soviética abrieron el vientre de una mujer armenia embarazada y desmembraron al feto (hechos reales registrados en el periódico), ¿Zukav realmente espera que confiemos en esta «justicia no crítica» en vez de sublevamos moralmente? ¿Qué tienen de divino o sagrado estas acciones?

La doctrina de la reencarnación plantea numerosos problemas. En términos prácticos, debemos preguntamos: ¿por qué se castiga a los individuos por cosas que no recuerdan haber hecho en una vida anterior? Además, si (como se nos dice) el propósito del Karma es que la humanidad se desprenda de sus deseos egoístas, ¿por qué no hay ninguna mejora evidente en la naturaleza humana después de milenios de reencarnaciones? ¿Por qué continúa propagándose la maldad? Más aún, si la reencarnación y la ley del Karma son tan beneficiosas, desde el punto de vista práctico, como alegan quienes creen en la doctrina de la Nueva Era, ¿cómo se explican los permanentes problemas sociales y económicos, entre los que se encuentran la pobreza generalizada, el hambre, las enfermedades, y los espantosos sufrimientos que aquejan la India, justamente donde esta creencia se ha enseñado sistemáticamente durante toda su historia?

Es evidente que la reencarnación no es bíblica y que contradice lo que las Escrituras enseñan acerca de la muerte y la vida después de la muerte. Hebreos 9:27 es tajante: «Está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio». Todos los seres humanos tienen una vida como mortales sobre la Tierra, mueren una vez, y luego enfrentarán el juicio. Los hombres y las mujeres no tendrán una segunda oportunidad reencarnándose en otro cuerpo (d. Lucas 16:19,31; 2 Corintios 5:8).


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