Por: Andrés Carrera
Las religiones del mundo nos quieren enseñar cómo llegar a la bondad. Los métodos difieren pero todas sus enseñanzas parecen resumirse en que el hacer el bien y abstenerse del mal es la mejor forma de llegar a Dios, como quiera que lo concibas.
Hace 2000 años vino un hombre que nos dijo que no era así, que tu perfomance en la vida y tu esfuerzo por ser bueno no lograría absolutamente nada, y para sorpresa de los religiosos judíos les enseñó algo que era totalmente nuevo para ellos, aunque había sido enseñado desde el principio. Cristo les vino a decir lo equivocado que estaban y que el rumbo debía ser cambiado.
De nada valían, según Él, los ríos de sangre que salían de los sacrificios de animales del templo, de nada las promesas de no volver a pecar, sólo para tener que hacer más y más sacrificios cada vez.
De nada valían, las buenas obras y el hacer el bien, puesto que todo lo que hacemos para ganarnos el favor de Dios cae en saco roto, ya que nunca alcanzaremos la bondad necesaria para ganarnos Su favor.
Solo el descansar en Cristo, permitir que Él viva en nosotros, descansar en Él, es lo que nos permite una relación con Él. Por alguna razón nosotros no queremos entender que tanto el bien como el mal los separa de Cristo.
Permítame explicarme mejor:
En el Edén habían dos árboles, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal, del cual no se podía comer. Adán y Eva lo hicieron y el mundo lo ha seguido haciendo desde ese momento y hoy sigue siendo igual.
En lugar de comer del árbol de la vida, que es el relacionarnos con Cristo, estamos empeñados en comer del otro. Unos buscan la espiritualidad por el mal: brujos, encantadores, magia negra etc., pero la mayoría lo intenta por el bien: buenas obras, caridad, vida piadosa, ir a la iglesia, etc. La verdad es que ninguna de las dos da resultado, porque estamos comiendo del árbol equivocado.
No me mal entienda. No estoy diciendo que hacer buenas cosas por los demás está mal, lo que estoy diciendo es que para tener una relación con Dios, son no solo insuficientes sino que nulas (Isaías 64:6). Debemos hacer estas como consecuencia, como resultado natural, de la relación de vida que nos dio vivir consumiendo el otro árbol, ese que nos permite ver la eternidad en la relación con Jesús.
No es posible que sigamos tratando de hacer lo que no da resultado. Veo cristianos desalentados entre los que leen la biblia todos los días, oran siempre, como en los que no lo hacen, así que ahí no está la solución.
Veo creyentes que van de seminario en seminario, de taller en taller, buscando la fórmula mágica para vencer el desaliento, su pecado favorito, su insoportable vida familiar, solo para salir de allí con una serie de técnicas que no dan resultado.
Observo personas haciendo grandes sacrificios, como caminar de rodillas, cargar cruces, hacer compromisos con Dios de no volver a hacer esto o aquello, totalmente desalentados porque la paz no llega y ven a Dios igual de distante.
Personas dando dinero a los pobres o a las iglesias, o quedando en manos de sicólogos o brujos para vencer el desaliento y la falta de ganas de vivir.
Y nada da resultado porque están comiendo del árbol equivocado. No hay táctica del bien y mucho menos del mal que nos haga vivir una vida victoriosa. Esta solo la podemos encontrar en el otro árbol.
Recuerda esto, cada formula que te den para vencer el desaliento, así parezca cristiana, si los elementos de ella pueden hacerse sin Jesús, entonces no es del árbol de la vida. Si cada paso de autoayuda o motivación no necesitan al Salvador entonces están en el árbol equivocado, sin importar si son del mal o del bien, porque ambos te separan de Cristo. El mal porque te aleja de Él, el bien porque intenta reemplazar la relación con Él.
No mis queridos lectores, la receta a una vida victoriosa y al fin del desaliento, jamás estará en tu esfuerzo humano, sino en cuanto comas del árbol de la vida, es decir, cuanto fortalezcas tu relación con Cristo.