¿Qué es ser un discípulo?

Por: Andrés Carrera

Por años la iglesia cristiana ha usado el término discípulo como alguien que entra a un curso bíblico o a un seminario. Si usted consulta en una iglesia local le dirán que existe en la mayoría de ellas un programa de discipulado, que consiste en aprendizaje “académico” de lo que la Biblia dice.

Es decir, usted va a clase y pasa uno o varios cursos sobre diversos temas y va pasando de ciclo, hasta que se gradúa, tal cual una universidad, aunque tal vez con menos exigencias.

Entonces cabe la pregunta: ¿Ese es el discipulado que Cristo hizo? ¿Es lo que enseñó o mostró Pablo?

Una mirada a los evangelios, al libro de los Hechos de los Apóstoles, y a las cartas paulinas, especialmente las dirigidas a sus discípulos Timoteo y Tito nos dejará ver que no es así.

Empecemos por el modelo de Jesús: Él les enseñó la misión y visión de manera clara y les dejó ver lo que se lograría, pero al hacerlo hizo cosas muy distintivas. Primero los trataba con amor, porque había una relación de vida con ellos, pasaban tiempo juntos, se conocían, y se trataban en el día a día. El maestro conocía los puntos fuertes y débiles de cada discípulo puesto que existía esta relación cercana con ellos.

Mientras vivía con ellos, Jesús se dedicó a servirlos, y a modelar lo que se esperaba de ellos, enseñándoles a vivir en el día a día, como luchar, tener grandes sueños y sobretodo a ir adquiriendo competencias de vida, para que puedan desarrollar sus respectivos liderazgos.

No observamos aquí discípulos hechos en aula, graduados en conocimiento, sino personas que entendían que esto era un proceso de vida, y que a medida que iban conociendo algo más, tenían que ponerlo en práctica. Así, el proceso continuaba a medida que ellos iban aplicando cada competencia.

Cuando pasamos a ver a Pablo encontramos lo mismo: un hombre preocupado por la vida de sus discípulos, no solo por lo que conocían. Un hombre que se quedó años en una ciudad como Éfeso, compartiendo vida con sus seguidores. Que instituyó un sistema de redes para que la gente siempre estuviera cuidada por un líder, que les mostrara las mismas cosas que hizo Jesús con sus líderes. Que les enseñara a vivir cristianamente, que les mostrara amor y que como líder estuviera dispuesto a servir a sus discípulos.

Pero cuando llegamos a la era de la Ilustración todo cambió, llevamos la Biblia a los monasterios, y empezamos a formar “profesionales” de la fe. Para serlo tenías que estudiar, y aunque se mantuvo en esas instituciones el discipulado personal, se lo hizo ya solo a personas escogidas y no a todo creyente.

Con el tiempo, le devolvimos la Biblia a la sociedad, pero no el método de discipulado, y se continuó con los “elegidos” para quienes se hicieron seminarios, para que aprendan académicamente la teología, que dejó de ser una forma de vida, para convertirse en algo que se aprende en los salones de clase.

Ahora el discípulo es alguien que pasa por un entrenamiento teórico y se capacita no por lo que hace, sino por lo que conoce, aunque no aplique estos conocimientos en su vida, porque además no considera que eso sea parte de su proceso.

Hemos llegado a tanto, que hemos separado la orden de Jesús en Mateo 28 y ahora lo entendemos así:

Le hablamos a personas para que hagan la llamada oración de fe. Si lo hacen hemos cumplido el primer y más importante paso, que es, según nosotros, sacarlos del infierno y que tengan su eternidad asegurada con Dios.

Algunos de estos querrán bautizarse que es, según nosotros, el segundo paso. Ahí se identificarán con Cristo de forma pública.

Para otros pocos, los que quieren estudiar, les tenemos la escuela de discipulado, donde pueden aprender más de doctrina, y convertirse en líderes de la iglesia local.

Esto no fue lo que enseñó y modeló Jesús. Para Él, el proceso de discipulado es uno, donde la persona recibe a Cristo, se bautiza y empieza a caminar hacia el adquirir del conocimiento y las competencias para vivir su fe, creciendo en ella día a día.

Quien no se convierte en discípulo, entendiendo esto como un seguidor de Jesús, y va permitiendo que la Teología transforme su vida cada vez más, no es salvo, no importa cuántas veces haya hecho la oración de fe.

Pero claro, eso sería mucho trabajo para los líderes de las iglesias locales. No tengo ni tiempo ni el deseo de invertir mi vida en otra persona, por tanto, lo que hago es ir por la fácil: una vez convertido, que venga a la iglesia y se bautice, que vea como maneja su vida cristiana con lo que se dice desde el púlpito, porque ya dejó de ser nuestra responsabilidad.

El modelo de Jesús, es uno en que enseña a vivir, no a aprender cosas teóricas por lindas que sean. Es un proyecto de vida para usted y para mí. Un proyecto que debemos modelar y compartir con otros. Ese es el modelo de Jesús, el resto son imitaciones burdas, que no consiguen un cambio de vida, sino cristianos nominales y jerarquías eclesiales.

Es hora de volver al modelo original.


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