Por: Andrés Carrera
En este espacio hemos hablado de las jerarquías en la iglesia en algunas ocasiones. Hemos dejado claro que esta organización es un cuerpo donde todos tenemos una función debajo de Cristo y lo que debemos hacer es cumplir nuestra función para beneficio de los demás, con la claridad de que “quien quiera ser el primero se ponga al último” y que somos “servidores de los demás” (Mrc.9:35).
Sin embargo, pareciera que en estas comunidades todo el mundo quiere saber quién es el jefe para dirigirse a él como a quien nos debe decir qué hacer en todas las actividades de nuestra vida y ser el intermediario entre Dios y nosotros. Una especie de “Moisés” moderno, a quien Dios tiene ahí para que nos deje ver qué quiere de cada uno de nosotros.
Ahora, quiero que pensemos juntos, qué sucedería si vemos las tres principales funciones bíblicas de liderazgo bajo el concepto de Cristo del “siervo líder”, el cual debería primar:
1.- ESPOSO.- El esposo bajo esta premisa no puede exigir “sumisión”, palabra que nos encanta, contenida en el único versículo que nos sabemos de memoria, sino que, ya que reclama la posición de liderazgo máximo, debe hacerlo a la manera de Cristo.
Debido a esto, él nunca puede tomar decisiones que lo beneficien, dejando de lado las necesidades de su cónyuge; de hecho, tendría que convertirse en una persona para quien su esposa siempre está primero. No podría reclamar su posición de ser líder por ser hombre, sin ejercerlo como Cristo dijo que se debía manejar, y eso nos pone en una situación de desventaja, ya que mis necesidades van al último.
Ahora sí, ¿seguro que quiere ser el “siervo líder” bajo estas circunstancias? Porque la sumisión de su esposa está garantizada si opera de esa manera, porque va a estar feliz de dejarlo tomar cuanta decisión quiera, ya que éstas se harán pensando en el resto de la familia y con usted y sus deseos egoístas al último.
2.- PADRE.- ¿Cómo se ejerce esta “autoridad” con el concepto de ser el último? Su responsabilidad es lograr que su hijo sea una flecha que dé en el blanco como dice Salmos. Para esto debo hacer lo que se necesite hacer, entendiendo que estoy al servicio de él o ella, para que se convierta en una persona conforme al corazón de Dios.
Habrá momentos en que tenga que usar amor duro y disciplina, pero siempre debe ser usada con una finalidad en mente y esta no es, que le rindan pleitesía por ser el “padre” o el “que trae la comida a la casa”, sino para beneficio de aquel que sirvo en mi función de padre, para que se convierta en quien Dios soñó cuando lo creó.
Por eso la Biblia nos dice que no los llevemos a ira y que los criemos en el temor de Dios. Nuestra función de padre está en “servirlos” como un maestro lo hace con su discípulo, enseñándole, cuidándolo, acompañándolo, consolándolo, y dejándolo ver las lecciones que la vida le da a medida que crece.
De esta manera nuestro hijo nos honrará, que no es algo que debemos restregarle en la cara como su obligación, sino algo que nos ganamos, cuando como sus líderes naturales les mostramos lo que significa servir a los demás desde una posición de “autoridad”.
¿Qué distinta se vería la paternidad si en lugar de exigir una posición, reflejaremos la forma como nuestro Padre celestial maneja la suya?
3.- LÍDER DE IGLESIA.- Llámalo pastor, anciano, obispo, o como sea. Estamos hablando de aquel que tiene a un grupo de personas a su cargo en una comunidad que busca servir a Cristo.
Creo que a través de los años de escribir en este blog he sido claro y no quiero cansarlos repitiendo lo mismo, sobre el liderazgo en la iglesia, así que solamente diré que el ser elegido líder me obliga a ponerme al servicio de todos ellos.
Ahora sí, entonces, ¿cuántos queremos esos puestos? ¿cuántos queremos la responsabilidad que no tiene beneficios egoístas? ¿cuántos queremos este tipo de “autoridad”?
El ejercer estas funciones de esta manera, no nos suena a algo bueno, pero déjeme decirle que no hay sentimiento más espectacular que entregar la vida en beneficio de otros, Por eso, nuestro Padre que nos conoce, nos lo dejó ver así, porque las recompensas del liderazgo egoísta solo te vaciarán y al final te quedarás solo. En cambio, este tipo de autoridad te llenará por completo y al final tendrás gran satisfacción, incluyendo la más grande de todas, que cuando llegues a la presencia de Dios Él te diga: “Bien hecho siervo fiel, ven al gozo de tu Señor”.