Por: Andrés Carrera
En esta tercera entrega vamos a profundizar sobre la posibilidad de evitar el mal contestando preguntas tales como: ¿Si Dios sabía por qué creó el mundo? ¿Por qué no creó un mundo mejor? ¿Por qué no criaturas libres que no quisieran pecar?, etc.
Analicemos las posibilidades que los filósofos ateos lanzan contra la idea de un Dios todo amor y todo poderoso, que no parece cuadrar con lo que su creación refleja. Según ellos Dios hubiera podido:
1.- No crear.- Mejor hubiera sido, argumentan, la nada, a este mundo de maldad recurrente.-
Tal argumento tiene el problema que asume algo que no puede probar al comparar dos cosas incompatibles por concepto, porque no puedo comparar la nada con algo, porque aunque parezca redundante, la nada es nada.
2.- Crear un mundo donde no hubiera criaturas libres.-
Este argumento lo tratamos en parte ya, así que baste decir, que no se puede comparar un mundo amoral (sin moral), que sería el de las criaturas no libres, con otro en donde hay criaturas que toman decisiones porque son moralmente responsables de lo que hacen.
3.- Crear un mundo donde criaturas libres no pudieran pecar.-
En el cielo, dicen, la gente va a ser libre pero no podrá pecar, ¿por qué no crear el mundo de esa forma desde el principio?
Tenemos que entender que hay cosas que solo se pueden crear mediante un proceso, lo que nos lleva a pensar que Dios tenía que crear criaturas libres que pudieran pecar antes de producir criaturas libres que no puedan pecar. Pensemos en un matrimonio forzado y otro por decisión mutua. En ambos casos, la persona se casa, pero solo en uno hay decisión de hacerlo.
De la forma como hemos sido creados ganaremos una libertad más elevada: Dios nos da una libertad menor, al poder hacer el mal, con el fin de que alcancemos una libertad superior, que es la de estar libres del mal. Es decir, al final, seremos semejantes a Él, al estar libres de pecado y ya no libres para poder pecar.
4.- Crear un mundo donde nadie quiera pecar.-
Un mundo así, sería un mundo donde no habría real elección de vivir para Dios y corresponder a Su amor. Permitir el pecado y vencerlo, alcanzando las virtudes mayores nos permite lograr el bien mayor: un mundo donde el pecado no existe, pues hemos elegido desterrarlo de nuestras vidas, una vez que lo hemos conocido y que hemos decidido que no es lo que queremos para nuestras vidas.
5.- Crear un mundo libre donde todos se salven.-
El vivir con la no presencia de Dios, no es una decisión que Él hace, sino, que nosotros realizamos. El separarnos de Él es una decisión libre y soberana de cada ser humano.
Creo que en su libro “El Gran Divorcio” C. S. Lewis lo dijo extraordinariamente bien: “A fin de cuentas, solo hay dos clases de personas: las que le dicen a Dios “sea hecha tu voluntad” y esos a los que Dios termina diciéndoles “Sea hecha tu voluntad”. En la segunda clase se encuentran todos los que están en el infierno. Sin esa decisión que tomaron no podría existir el infierno”.
No todo el mundo quiere ser salvo y vivir para Dios, por tanto, este mundo es el mejor que podía crearse, sin violar el libre albedrío de nadie y es el mejor de todos los caminos posibles para terminar en el mejor mundo posible.
Tomemos el ejemplo de la modernidad: Permitimos que hayan carros, trenes y aviones, a sabiendas que va a haber accidentes mortales, pero la libertad y movilidad que estos producen justifica que en determinados momentos, por más que hagamos todo para evitarlos, la gente muera a causa de uno de estos aparatos.
Finalmente permítame dejar claro algo: Dios no está usando esto como un medio horrible para llegar a un fin, simplemente está permitiendo que suceda debido a la elección que el hombre haga.
Un buen ejemplo sería el del dolor que produce ir al dentista. Permitimos ese dolor porque buscamos el bien mayor de tener sanidad dental. No nos producimos el dolor, si pudiéramos lo evitaríamos, pero al saber que no hay otra forma de alcanzar el bien mayor, permitimos el dolor provisional de las máquinas de los dentistas.
De manera que, al examinar estas alternativas, nos queda claro que el mal no se podía evitar, si habríamos de llegar a un mundo, donde el pecado ya no exista porque todos lo que allí habitamos, queremos la comunión eterna con Dios y hemos elegido vivir para Él.