Por: Andrés Carrera del Río
Tenemos meses esperando volver a la normalidad. Ha sido un tiempo estresante, duro, de pérdidas humanas y económicas. Hemos experimentado temor y dolor como nunca antes probablemente en nuestra vida, y encima el futuro no puede parecer más incierto.
Hablamos de una nueva normalidad, con la que vivimos, pero todos estamos esperando sentirnos cómodos de nuevo. Volver a pensar en ir a la iglesia, o volver a viajar, o ir a un mall sin mascarilla o miedo de infectarse.
Creo que es ahora cuando algunas cosas están retornando, aunque de forma algo restringidas, por lo menos en mi ciudad, que nos hagamos algunas preguntas incómodas, porque sería una vergüenza, que regresemos a la “normalidad” y no hayamos aprendido nada de esta crisis.
Así que, voy a dividir en dos partes mi reflexión: hoy hablaré de lo que deberíamos aprender como comunidad de fe y en la próxima entrega lo comentaré a nivel personal. Para esto hay que hacernos dos preguntas básicas: ¿Qué aprendimos? ¿Qué voy a hacer con esta enseñanza?
Fue C. S. Lewis quien expresó de la mejor manera lo que normalmente nos sucede después de una crisis. En su libro, “El problema del dolor”, nos habla de cómo uno camina en sus vanidades lejos de Dios, hasta que un dolor físico, o una noticia en el periódico amenaza con destruir el castillo de naipes de mi felicidad. Él reflexiona que cuando eso sucede, por un día o dos volvemos a Dios y tratamos de vivir bajo sus preceptos, pero cuando la amenaza termina “me comporto como un cachorro, que apenas el odiado baño finaliza, me sacudo, y corro al césped a recuperar mi confortable suciedad”
Es o no verdad eso en ti y en mí. Está en la naturaleza humana regresar a los malos hábitos apenas la amenaza se va. Mi esposa me deja ver lo mal que estamos y me amenaza con la separación, y entonces por dos o tres semanas me comporto espectacularmente, solo para regresar a lo mismo una vez que la tormenta pase. O, estoy a punto de chocar por estar mirando el teléfono, me asusto y prometo no volver a hacerlo, para horas más tarde incumplirlo.
Por tanto ¿qué debemos aprender como comunidad de fe y qué debemos hacer con ese nuevo conocimiento?
La enseñanza es que el modelo que hemos tenido hasta ahora no funciona, y que continuar en eso, sin pensar si es lo mejor o no, es un error fatal.
Nuestro “modelo de templo” como yo lo llamo funciona centrado en un edificio que hemos denominado erróneamente: la iglesia. Está mal, porque esto no es en lo que Cristo pensó cuando dijo: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt.16: 18)
Es impresionante como, cuando leemos este verso, la discusión se centra en si le encargó a Pedro la dirección de la iglesia o no, y nadie se pregunta: ¿qué es lo que estaba formando?
Imagínese la escena: 13 hombres solos cerca de una ciudad. No tienen influencia, pertenecen a un pueblo esclavo, los líderes religiosos los quieren ver muertos, y Jesús les habla de un movimiento, que ellos van a formar, tan pero tan fuerte, que nada lo detendrá. ¿Le creyeron? Probablemente no. Hasta que un día resucitó de los muertos y se dieron cuenta que el movimiento vencería y estuvieron dispuestos a liderarlo, e incluso morir por eso, si era necesario.
Cuando arrancaron, la base del movimiento era reunirse en casas, en grupos pequeños que formaran verdaderas comunidades, y que fueran sencillas de replicar en otras comunidades y así hacerle frente a la persecución. Cuando emergieron, porque la libertad llegó, más de 300 años después, los que estudian el fenómeno no pueden creer, cómo consiguieron ser tantos.
Al alcanzar la libertad, también arribó el cambio de paradigma y se empezó el modelo de templo que hasta ahora nos rige, y que ha sido muy malo, permitiendo cosas entre “cristianos” como el abuso de poder, estafas, acoso, tortura, asesinatos, por la búsqueda del mando dentro del movimiento, cosa que no está ni en juego, porque nuestro único líder es Jesús y Él no ha delegado dicho liderazgo.
Pero más allá de todo lo malo que ha generado, hay tres cosas que el paradigma no soporta y que derrotaría a la iglesia si hubiera sido hecha así y que son:
1.- Una iglesia en templos no puede resistir una persecución.- Usted dirá, pero eso ya no existe, y déjeme contarle que no está presente en occidente, pero en oriente se da en algunas partes. Mire la iglesia china, creciendo en la clandestinidad, sin que los puedan detener, ¿por qué? porque las iglesias son en casas y sus líderes que son realmente facilitadores se mueven por todos lados.
2.- Una iglesia en templos no puede resistir una pandemia.- Como ha quedado demostrado, que los creyentes crean que lo más importante es el domingo, y que ir al templo es el centro de nuestra fe, nos destroza cuando no podemos ir por razones sanitarias. Recuerde, Jesús dijo que nada prevalecería sobre su movimiento, pero el paradigma en que estamos, la hace vulnerable.
Y la más importante:
3.- Una iglesia en templos hace muy difícil crear verdaderos discípulos.- Reconozcámoslo, bajo esta premisa, la cantidad de “cristianos” inmaduros es alucinante, tanto que se dejan llevar por cada mentiroso que se dice designado por Dios para liderarlos.
Los templos están llenos de “visitantes”, que no son parte de una comunidad como Cristo lo creó, que van un día a un templo, se ausentan por semanas, luego van a otro sitio, porque creen que da lo mismo, porque van a oír la palabra de Dios, y ni siquiera saben que el objetivo no es sobre lo que hacen los domingos, sino de integrar una comunidad que los reciba, cuide, los ayude a madurar cristianamente, y que con el tiempo ellos empiecen la suya.
Nos esforzamos, creamos ministerios, diseñamos modelos de enseñanza y los resultados son pobres, la gente no crece y lo peor es que parece no importarles. Creen que mientras asisten los domingos y dan sus diezmos eso es cristianismo. Amigos, si así fuera, la predicción de Cristo no se cumpliría nunca.
Entonces a las preguntas: ¿Aprendimos que el modelo es fácilmente vulnerable? Si no lo ve, no hay nada que pueda hacer por usted. Porque si los templos cerrados, pastores desempleados, y una crisis impresionante que tiene al sistema endeble porque los costos son inmanejables en una pandemia, no lo lleva a hacerse la pregunta, realmente, simplemente no quiere ver la realidad.
Y ¿qué vamos a hacer al respecto? Me apena ver que nada. Vamos a decir gracias Señor, porque nos permites volver a los templos y ni siquiera nos vamos a preguntar si Dios nos quiere ahí para empezar.
Si no regresamos al diseño original de las comunidades, y estoy seguro que lo haremos, la predicción de Cristo, estaría en peligro. Dios nos permite ver con claridad que el paradigma está equivocado así que aprendamos, por favor, aprendamos.