Hay temas que permanecen ocultos

Por Ariadna Suárez.

Un domingo de estos  me encontré con una compañera a quien no veía hace tiempo y al preguntarle como estaba, rompió en llanto. Su matrimonio estaba en problemas, y buscaba a Dios para que obrase un milagro y cambie la manera de ser de su esposo. Cuando le pregunté un poco más, me contó que ella sentía celos de todos y de todo; eso la llevaba a crear escenas en su cabeza que la torturaban continuamente, convirtiéndose en una pesadilla para su esposo, quien no mostraba ni un solo comportamiento dudoso. Este patrón de celos  se repetía desde su juventud y es que esa inseguridad venía desde mucho antes.

Ella no respondía de esa manera por gusto, había todo un sistema de creencias que se habían arraigado en su cabeza desde pequeña, y se activan en cada momento que siente el riesgo de ser abandonada. Cuando niña, mi compañera fue abandonada por su papá, quien decidió hacer una nueva familia, dejándola sola con su mamá.   Las heridas de la infancia nos persiguen, aún cuando somos adultos.  El apóstol Pablo describe en Romanos 7:19 lo que hoy nos identifica:   «Porque no hago el bien que quiero sino, al contrario, el mal que no quiero, eso practico.»  Por más que tratamos de ser buenos, y hacer lo bueno, hay actitudes que no se van de nosotros y nos llevan a lastimarnos y lastimar a los que amamos. Esto se debe a los traumas vividos en nuestra infancia, que   dejan huellas afectivas que quedan grabadas para siempre, a menos que las entregues a Jesucristo y permitas que El las sane.

Cuando esas heridas permanecen ocultas, vivimos esclavos de ellas; sin embargo, cuando las reconocemos y sanamos, podemos vivir libres para relacionarnos mejor con nuestros amados, pero sobretodo con Dios.

Una vez que hemos reconocido y entregado nuestras heridas al único que puede realmente sanarlas, necesitamos hacer un reseteo a nuestra mente y renovarla, tal como describe Romanos 12:2 » No se conformen a este mundo; más bien, transfórmense por la renovación de su entendimiento de modo que comprueben cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.» Todos esos patrones de pensamiento que teníamos que nos llevaban a sabotearnos, deben ser cambiados por verdades del amor de Dios.

Si sentimos abandono, en El somos rescatados.

Si fuimos rechazados, por El somos aceptados.

Si sufrimos injusticia, en El hay verdad.

Si sufrimos violencia, en El hayamos paz.

No buscamos sanidad por un ego insano, buscamos sanidad por que Jesús nos quiere libres para amarlo y servirle con un corazón limpio.

«Bienaventurados los de limpio corazón, por que ellos verán a Dios» Mateo 5:8

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