Por Jhon Álvarez.
Esta es una expresión típica de muchos creyentes, que a veces incluso nos causa culpa porque lo confundimos con ‘dudar de Dios’. La buena noticia es que Dios no nos ha llamado a que lo comprendamos sino a que lo amemos; tratar de comprender a Dios y su proceder es parte de la vida de un creyente, pero sería injusto que Dios nos hubiese pedido que comprendiéramos todo su ser y proceder ya que somos criaturas finitas frente a un Dios infinito.
Aún así no deja de ser hasta cierto punto frustrante amar a un Dios que permite que ocurran tantas desgracias e injusticias a nuestro alrededor y en el mundo. La respuesta facilista y religiosa es que vivimos en un mundo caído por el pecado y en manos de una humanidad egoísta de la que somos parte; si bien esta respuesta no deja de ser cierta, no es muy satisfactoria, ni cambia mucho nuestro sentir. Así que sería bueno recordar ciertos aspectos que nos pueden ayudar a continuar caminando en búsqueda de una mayor comprensión de Dios.
Lo primero que debemos tener es una actitud de humildad frente a los incomprensibles designios de Dios. La Escritura nos invita en Proverbios 1 a buscar sabiduría y comprensión, pero igualmente el profeta Isaías en el capítulo 55 nos recuerda que los pensamientos de Dios son mucho más altos de lo que pudiésemos llegar a alcanzar. No se trata de una contradicción, sino de una motivación a tratar de buscar conocer más a Dios, conocer e interpretar las Escrituras para la edificación personal y del cuerpo de Cristo (su iglesia) pero con la conciencia de que no vamos a llegar a comprenderlo plenamente nunca, y para ello es necesario humildad, ya que el mucho conocimiento envanece (1 Cor 8:1b). Es más valioso aprender a amar a Dios en humildad que llegar a descubrir todos sus designios.
Conjuntamente con la búsqueda de conocimiento acerca de Dios debe ir nuestro anhelo de una experiencia personal con Él, a través no solo de la Escritura, sino del ejercicio de la oración y la meditación. Dios no es solo un ‘tema de estudio’ de un personaje, es una persona que desea tener una relación intima y personal con nosotros, que conoce nuestro corazón y nuestros pensamientos y sabe de nuestras dudas y deseo de comprensión. Está en Su voluntad el revelarnos ciertas cosas a través del estudio de La Palabra, pero también puede saciar y calmar nuestra ansiedad por medio de la oración y la reflexión, como sugieren muchos de los Salmos que nos invitan a meditar y confiar en la quietud y la meditación.
Por último pero quizás una de las cosas más importantes y difíciles de hacer es aceptar lo misterioso de Dios. Cuando tratamos de hallar explicación racional a cada aspecto que conocemos del comportamiento de Dios en la Escritura, encontramos a veces explicaciones parciales o sujetas a diferentes interpretaciones. Si no logramos entender completamente los relatos bíblicos, es más difícil aún tratar de encajar la imagen que nos formamos de Dios en un mundo moderno que trata de desconocerlo continuamente e ignorar su influencia en nuestra cultura. Pero de eso se trata justamente; Dios nos ha revelado lo necesario para que confiemos en Él y lo sigamos cada día, para que podamos entregarnos confiados en que Él está presente en cada circunstancia y que actúa a través de situaciones que para nosotros pueden parecer incomprensibles, injustas y ajenas a un Dios de amor, pero aún así podemos tener la certeza inquebrantable de que Él no solo está presente, sino que está en control. Para caminar cada día con una dosis de incomprensión y confianza, se requiere Fe; fe que no sería necesaria si pudiéramos conocer todo de Él. Quizás por esto mismo no nos lo ha revelado todo.